Playa de Johnny Cay - San Andrés Islas, Colombia. Fotografía de:Mario Carvajal. Fuente: Filckr.

Contemplé


Me enamoraba en desmedida con el pasar de los minutos; me enamoraba al compartir las temporadas a su lado. Meriendas en los parques, caminatas por el bosque, paseos en bicicleta recorriendo la ciudad, tardes enteras en el mirador esperando al ocaso ponerse y mucho más, hacía parte de la agenda en nuestro idilio diario.

Para completar la lista de escenarios noveleros, nos faltaba un lugar en especial. Pensábamos en el lugar perfecto, y para ambos era la playa. No podría existir nada mejor que disfrutar de la majestuosidad del mar, la brisa relajante, el sol de pura vida y los pacíficos sonidos isleños que deleitan los sentidos; todo aquello, junto a la calidez inigualable de su cautivante compañía.

Decidimos viajar a ese sitio romántico que tanto soñábamos. Estábamos tan expectantes, tan ilusionados por hacer de esa nueva aventura juntos, una historia para recordar hasta el fin de los días. No dejábamos de hablar en el camino, la imaginación nos invadía como a niños; lo que más deseábamos, era dejar nuestra huella enamorada en la arena caribeña.

Pasaron pocos segundos después de poner los pies en la playa, cuando repentinamente, me vi atrapado por el fulminante encanto de su esbelta figura desfilando sobre la fina arena. Me asombraba la hermosura que irradiaba, su deslumbrante cuerpo y sus coquetas miradas. En esa mañana, no había hombre tan afortunado como yo, de eso estaba plenamente convencido.

Sentado sobre blanca arena, observaba las maravillas del paraíso caribeño. El cielo radiante, tan despejado y portentoso se encontraba, que era imposible no admirarlo. Se veía el mar con la imponente inmensidad de sus aguas turquesas, y sol radiante en el centro del plano, como la foto de una postal. Pero lo que más robaba mi atención, era verla a ella, jugando con las pequeñas olas de la orilla.

Hace mucho me preguntaba por qué llegué a quererla con tanta devoción y desde cuándo mi corazón pasó a pertenecerle; y es que sin temor a mentir, ella era dueña de mi vivir. No era fácil hallar una respuesta ante tales inquietudes porque el amor es así, indescifrable; tan absurdamente fascinante y envolvente, que te nubla la razón.

Sin embargo, mientras seguía admirándola, apareció en mi mente una conclusión no esperada. Al ver como la brisa acariciaba sus cabellos azabaches y su increíble silueta, al mirarla jugar con la arena como una dulce niña y apreciar los besos que me lanzaba desde su felicidad, supe inmediatamente, que mis preguntas no precisaban respuestas. Todo lo que necesitaba mi vida en esos momentos, posaba frente a mis ojos y lo contemplaba con el alma; simplemente ella.


Felipe Espitia

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Contemplé by Felipe Espitia is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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26 comentarios en “Contemplé

  1. Miss Poessía dijo:

    ¡Qué bonito, Felipe! Si es que nos complicamos demasiado la vida intentando llenar nuestras vidas de cosas materiales para llenar nuestros vacíos y a veces todo lo que necesitamos para ser felices es una playa y buena compañía. Como diría Lennon: «all you need is love». Por cierto, ¡la foto es preciosa!

    Besos.

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    • Ciudadela Poética dijo:

      Sí, tienes toda la razón. A veces no llegamos a comprender el real valor de una compañía, de un café, de un lugar compartido junto a una persona que queremos.
      Es una foto de San Andrés, una isla increíblemente paradisiaca; y en Colombia está, así que no podía resistirme a ponerla 😊😀.
      Besazos!

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