Mi ruta era un poco extensa, y el articulado se detenía en seis estaciones, antes de arribar a mi destino. Anhelaba con el alma que algunos pasajeros descendieran del bus, inmediatamente; cruzaba los dedos para que por lo menos, los cinco terrenales cercanos a mi perímetro, al bajarse en la primera parada, me regalaran la oportunidad de respirar y acomodarme dignamente.
Afortunadamente, sucedió lo que ansiaba desde que puse los pies en el bus. Se bajaron del B10, casi todos los que estaban aglutinados contra las puertas; fue un alivio total, un descanso para mi cuerpo malabarista de ese lunes. Restaban cinco paradas más, pero hubo un aliciente que cambió mi semblante, y era que a partir de ese momento, ya era dueño parcial de un metro cuadrado.
Después de la segunda parada, logré lo que cualquier pasajero quiere: sentarse. Hace mucho había aceptado que mi llegada tarde a la oficina, me podría traer uno que otro lío laboral, pero decidí abandonar ese pensamiento por el resto del viaje. Tal decisión me condujo a contemplar el paisaje urbano a través de la ventana; cientos de contrastes artísticos, edificios e incluso naturaleza, se podían admirar en el B10 corriendo por la ciudad.
Tal vez, era cuestión de veinte minutos para que el bus llegara a mi destino. En un momento dado, desvié la mirada de la urbe, y me encontré analizando al detalle, a cada viajero situado a mi alrededor. Imaginar y crear posibles historias de aquellos pasajeros, fue una distracción muy amena; una actividad relajante, muy divertida para olvidar mis cercanos contratiempos.
Frente a mí, la universitaria con los audífonos puestos, meciendo su cabeza de adelante para atrás, como queriendo olvidarse del mundo antes de llegar a clase. Junto a ella, el hombre de traje, con gestos de angustia miraba su reloj y ojeaba algunas hojas del maletín; era un ejecutivo convencional, de aquellos que no aceptan errores ni derrotas.
A mi costado izquierdo, la madre y su bebé. Era una dama con aires de tranquilidad que miraba por la ventana, quizás pensando en el futuro de su pequeña en brazos, en su propio porvenir, en su trabajo o en el diario vivir. Su niña, de ojos saltones, con una mirada diáfana, juguetona y adorable, logró que sonriera a la merced de su ternura.
Luego de haber sido un sicólogo en las últimas paradas, de dictaminar las posibles vidas y dilemas de aquellos usuarios, se veía próxima la última estación que culminaba el recorrido. Las puertas del articulado se abrieron, y si salieron cincuenta, de inmediato ingresaron cien; el ciclo se repetía una y otra vez, durante todo el día, para el pobre y ajado B10.
Ya en tierra firme, y caminando hacia la salida del sistema, no dejaba de pensar en los personajes del bus; me preguntaba qué tan reales eran las vidas que yo imaginaba para ellos, si eran felices o desdichadas por la rutina. Pensaba que quizás me había dejado llevar por estereotipos, y les había dado falsos libretos a estos actores de la vida capitalina.
A pocos metros de la oficina, mientras esperaba el alto del semáforo, rememoré todo lo que me había sucedido esa mañana, desde que salí angustiado de casa, hasta el momento en que esperaba cruzar el paso de cebra. Terminé viendo ese simple viaje de bus, de una manera peculiar.
El autobús de la vida, transita por el tiempo sin afán alguno; miles de estaciones, se ubican en la avenida del pasado, la carretera del presente y la superautopista del futuro. Cada día, muchos deciden abordarse en nuevas aventuras, mientras otros solamente ven pasar el recorrido frente a ellos; cientos buscan la ruta adecuada, y otros viajan por el mismo trayecto de su existencia sin vigor.
En minutos, miles de personas, descienden de ella y se dirigen a la lúgubre salida, mientras que otros miles recién empiezan sus viajes. No se puede pronosticar un buen viaje por un día soleado o un cielo nublado; cada individuo observa el trayecto de singulares maneras, y a su antojo ve la cruda realidad o un bello presente, a través de su ventana.
Crucé la calle, giré y volví la mirada a la estación que hace poco dejaba. Por unos segundos, sonreí ante una verdad no imaginada por mi entender, y terminé pensando con firmeza y convicción: de la vida, todos somos pasajeros frecuentes.
Felipe Espitia
Pasajero frecuente: la llegada por Felipe Espitia se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://ciudadelapoetica.wordpress.com/2016/01/29/pasajero-frecuente-la-llegada/.
Mil gracias, grazie mille por seguir mi blog…fue gracias a eso que llegué aquí a leer esta bonita entrada. También me encuentro en Bogotà…también tomando el transmi y a veces reflexionando sobre las vidas de los usuarios jejeje, gracias y un abrazo
Elvio
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Ciao!
¡Molto grazie por visitar mi blog!
Es bueno saber que personas de otros lares ya han vivido la experiencia TransMilenio jaja 😉
Gracias por tomarte el tiempo de leer a Pasajero Frecuente.
Un saludito!
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la he vivido durante un año todos los días en el 2013…y ahora la estoy…reviviendo jejejejjee un abrazo
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Vamos, parece que los colombianos tenemos esa chispa de imaginar mientras vamos en un bus masivo, P47B, A77, P21B en fin, me gustó por que lo he vivido.
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Sí, yo creo que la tenemos, e incluso, en muchas más situaciones del común.
Gracias por pasarte a esta ciudadela y haber dejado tu opinión.
¡Un gran saludo! 😉
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Pasate por mi blog si quieres el tuyo me parece genial de verdad♡ el mio es http://www.sketchvcm.wordpress.com si te quieres pasar
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Hola Felipe, gracias por seguirme 🙂 Me encantó leerte, sobre todo porque me sentí identificada en muchas líneas; también me invento vidas en Transmilenio o me pregunto por qué sus caras. Permanentemente me cuestiono sobre la rutina que nos consume y que con cada uno lo hace de forma diferente y reflexiono sobre lo subjetivo que puede ser un viaje en Transmi para cada persona y recuerdo letras que leí algunas vez: «El transporte público en Bogotá es una experiencia extrema subvalorada»
¡Saludos!
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Hola Juanita, gracias por haberte pasado por mi blog y leer la aventura del pasajero frecuente. Y sí, esa historia nos hace ver la realidad de un simple y rutinario viaje en TM, de otra manera, pensando en los demás y no sólo en mis problemas; al menos, eso intenté.
Y sí, el transporte en Bogotá es algo extremo; nunca se sabe que podrá suceder al subirse en los rojos o azules.
¡Gracias nuevamente , y un saludito! 🙂
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Sí Felipe, es verdad, no sabes con qué personajes te puedes encontrar también :3
Ayyy por cierto, al leerte también recordé esta historia que creé en un viaje de bus, tal vez también te ha pasado a ti algo similar.
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Gracias Juanita, iré al enlace y leeré tu historia.
¡Buena tarde! 🙂
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Es un honor leerte Felipe, que interesante se volvió el viaje, cuantas reflexiones y cuantas diferentes escenas.
Lo disfrute mucho.
Un saludo y gracias, al menos me doy una idea de lo que es vivir en una gran ciudad.
Besos
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Gracias Esperanza. Es una alegría que te haya gustado esta historia urbana, que más que historia, es una realidad por estos lares jaja;).
Agradezco que te hayas tomado tu tiempo para leer las 3 entradas.
Pasaré a visitar detenidamente tu blog.
¡Abrazos! 🙂
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¡Hola¡ Tengo una buena noticia para ti. Estás entre mis nominados, o mejor dicho, ganadores de los Versatile Blogger Awards .
Puedes pasar por tu reconocimiento en el siguiente link:
¡Un saludito!
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¡Gracias Mike Rojas!
Es un honor estar en estas nominaciones
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Enhorabuena por tu blog, que tengas mucho éxito. Te dejo el mio si te animas a seguirme http://fotografiarocioph.com/ y mi página de Facebook donde puedes seguir mis trabajos. https://www.facebook.com/empiezaporunsolopaso/
Muchas gracias y espero que te guste!
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Gracias Rocio
Estaré pasando a tu blog
Saludos! 😉
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También soy aficionada a imaginar historias de la gente que me rodea, un gesto, una sonrisa, un roce de manos, me hace imaginar la vida que late detrás. Seguramente, nada de lo que yo imagino sea la realidad, pero ¿quién le pone puertas a la imaginacion?
Me ha gustado ese viaje, aunque me he sentido agobiada por el gentío, me ha parecido que me aplastaban contra las paredes del bus. Así es como me he sentido muchas veces en este camino que es la vida, una vida ya con muchas paradas y cambios…
Un abrazo.
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Exactamente; totalmente de acuerdo contigo.
La imaginación debe correr por nuestras mentes, sin impedimento alguno, sin cerrojos que eviten su salida hacia las manos que escriben.
Gracias por tu bonita apreciación. Y sí, el personaje de la historia vivió un ajetreo total en el B10 😉
Un abrazo, y saludos !!!
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¡¡Esta etapa de la llegada estuvo genial, Felipe, muy buen texto!! 🙂
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Gracias Luz, que bueno que te haya gustado!!
Sí, creo que la historia merecía tener un buen final 😉
Un saludo!!
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😉
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Qué buen ejercicio en medio del ajetreo que llena las calles bogotanas.
¡Saludos!
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Gracias por la apreciación.
¡Saludos! 😉
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Me gustó mucho tu relato-reflexión. Así es. No has podido decirlo mejor. Ojalá cada día emprendamos nuestro viaje con ardor en nuestro corazón con deseos de vivir. Besos.
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Gracias Melba, me alegra que te haya gustado 🙂
Abrazos!!!
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